PRODUCCIONES LITERARIAS

HALLOWEEN 2017/18

Concurso de relatos. Estos son los ganadores:

La noche de halloween

 Halloween es un día en el que los niños se disfrazan y piden caramelos, pero esa noche no fue normal, pasó algo raro…
 Era un día de Halloween normal como el de todos los años, y Alicia se despertó, fue corriendo a avisar a su madre de que era el día de Halloween, estaba contenta y emocionada porque se iba a disfrazar e iba a ver a todos sus amigos en el cole. Cuando fue al cole con su disfraz de bruja, vio a todas sus amigas disfrazadas: Carolina, de calabaza, Elena, de araña y Natalia de demonio. Se lo pasaron genial.

Se acercaba la noche y Alicia estaba cada vez más feliz. Cuando era la hora de salir Alicia se preparó y cuando salió de su casa se encontró con todas sus amigas, y empezaron a ir casa por casa pidiendo caramelos y entonces cuando iban por la calle oyeron un ruido. ¿Qué será?, se preguntaban unas a otras, pero conforme iban andando más aumentaba ese ruido.
 -¿De donde viene?, dijo Carolina.
-Yo nunca lo he escuchado, dijo Natalia.
 -¡Qué raro!, dijo Elena.
-Tranquilas chicas, dijo Alicia.
Entonces cuando llegaron al final de la calle notaron como temblaba el suelo. Corrieron asustadas y se metieron en casa de Alicia.
-Mamá, ¿qué es ese ruido y que pasa en el suelo? Dijo Alicia.
Entonces mirando por la ventana vieron cosas estrañas: manos que salían del suelo, cosas que se movían… Paso un tiempo en la casa de Alicia y no podían salir, cuando se dieron cuenta de que el suelo temblaba aún más, volvieron a mirar por la ventana vieron que salían zombis de suelo y que las cosas se movían solas, como si fuera un fantasma y efectivamente eran fantasmas, pero no uno ni dos si no cientos y cientos… Salieron de la casa y corrieron hasta más no poder de los zombis. Entonces fueron a la casa de Carolina y no había nada raro, la madre de Carolina se preocupó y pregunto:
-¿Qué os pasa?
-Elena dijo: ¿No te has enterado?
Y Natalia se lo explicó todo. Oyeron mucho jaleo y se asomaron, todo el mundo estaba corriendo asustado y a Alicia se le ocurrió un plan.
Y es que como los zombis y los fantasmas no salen por el día pues era coger todas las lámparas y luces para salir fuera, que los zombis y los fantasmas se desmayaran y así poder atraparlos.
- Alicia dijo: Elena y Natalia, buscar por allí, las madres, por el otro lado y Carolina y yo buscaremos arriba. Entonces cogieron todas las linternas y velas y salieron a la calle. Los zombis se empezaron a caer al suelo.
 -¡Tú plan ha funcionado! Dijeron todas. Se fueron a casa y durmieron todas en casa de Alicia.

A la mañana siguiente todas se despertaron felices porque todo había vuelto a la normalidad.

                                                                      Lucía Pérez Palmero de 1º ESO D


El Halloween menos esperado

 Erase una vez, una familia de tres personas, Paula y sus padres Ángela y Carlos.
Paula tenía diez años y estudiaba en un colegio muy cerca de donde estaba su casa. Ángela era ama de casa y Carlos trabajaba en una empresa de ingenieros. La abuela y la tía de Ángela por parte de madre vivían en un pueblo cercano a su ciudad, a Paula le gustaba ir los veranos y pasarse allí horas riendo y saltando por el campo y con su dulce abuela, pero su tía siempre le dio un poco de mala espina, pero no sabía por qué.
Era octubre, y Paula estaba deseando que llegara la noche del 31 para poder lucir su traje para Halloween, aunque aún no sabía de qué disfrazarse. El día 15 de octubre, Ángela le prometió a Paula que cuando saliera del colegio ella la iba a recoger, e irían directamente a comprarle el disfraz para Halloween. Paula dio brincos de alegría cuando supo que por fin iba a tener su disfraz para el 31.
Y así fue, cuando Paula salió, las dos se fueron a comprar el disfraz. Cuando llegaron a la tienda, Ángela le preguntó a su hija:
- ¿De qué te gustaría disfrazarte este año? 
- La verdad es que no lo sé, respondió Paula.
Empezaron a buscar disfraces y entre ellos hubo uno que le llamó la atención a Paula, era un disfraz de la novia cadáver.
Paula le preguntó a su madre:
- Mamá, ¿qué te parece este disfraz?
- ¡Es muy original! Respondió Ángela.
Cuando salieron de la tienda, Paula ya tenían en sus manos el disfraz de novia cadáver.
Pasaron días y por fin llegó el día 31 de octubre, por fin Paula podría salir a la calle con sus padres y con su disfraz.
Mientras Paula estaba dando clase en el colegio, el conserje de allí le avisó para que saliera de clase.
Paula muy asustada por lo que pudiera haber pasado, cogió sus cosas y se encaminó a secretaría, donde la esperaba su padre con una cara un tanto peculiar. Paula estaba acostumbrado a ver a su padre muy feliz, pero esta vez no lo estaba.
-¿Qué pasa papá? ¿Para que has venido?, dijo Paula.
-Tenemos que marcharnos, rápido. Insistió el padre.
Cuando llegaron a la puerta de casa, Carlos no quería abrir la puerta, y Paula le preguntó que si estaba bien.
Al ver que su padre no la abría, Paula cogió las llaves y cuando abrió la puerta, a la izquierda de las escaleras que llevaban a la segunda planta, allí estaba ella, tirada en el suelo sobre un charco enorme de sangre.
¡Era Ángela! Paula no se lo podía creer y empezó a llorar y a chillar muy fuertemente, Carlos le dio un fuerte abrazo y le dijo:
-Cuando he llegado de trabajar estaba así, pero Paula, tenemos que irnos.
-¿A dónde vamos? Respondió Paula entre llantos.
- A casa de tu abuela y tu tía, vas a vivir allí por un tiempo.
Paula no se podía creer lo que acababa de pasar. Al fin, fueron rumbo al pueblo, y cuando llevabann una media hora de camino llegaron a casa de su abuela.
Empezaron a contarse lo ocurrido, y todos empezaron a llorar y a darse abrazos, pero su abuela y su tía no estaban tan mal.
Pasaron los días y Paula no pudo disfrazarse en Halloween, pero sí se dio cuenta de que el día que  su madre murió, el 31 de octubre, había algo que no le cuadraba: ¿cómo pudo morir su madre? ¿entró alguien a casa y la apuñaló?
Un día de aquellos, la tía de Paula se fue a casa de ellos, y Paula no sabía por qué.
Más tarde su tía volvió y trajo un par de fotos de Ángela y una prueba de que  alguien había entrado en casa y había asesinado a Ángela con un cuchillo puntiagudo y muy largo.
Pasaron horas y Paula estaba en la habitación de la sala de invitados que estaba arriba, cuando de repente oyó un grito que salía de abajo. Paula se asomó y vio… a su tía muerta igual que  su madre. Se acercó un poco a ella y se fijó que la habían asesinado con el mismo cuchillo que a su madre, por lo tanto Paula supo que en ese momento, que el asesino estaba  allí.
Paula sin poder reaccionar empezó a sentir que le faltaba el aire, cuando se dio la vuelta vio una sombra y siguió tras ella. Paula intentó perseguir la sombra, que seguía hasta el salón, dónde pudo contemplar la escena en la que una persona mataba con un cuchillo a su padre. Paula intentando ver la cara de la asesina, por fin consiguió verla y la asesina era… su abuela. En ese momento ella no sabía qué hacer, y su abuela empezó a perseguirla con el cuchillo en la mano, cuando escuchó:
-Tú serás la siguiente.
Paula intentó huir, cuando de repente vio otra sombra que no era la de su abuela, era el espíritu de Ángela. Ángela cogió el cuchillo y apuñaló a su madre.

Paula miró la escena en la que moría su abuela la asesina, y justo cuando su madre mató a su abuela…Uno de los cinco miembros de la familia acabó con la vida de Paula.

                                                               Celia Nicolás García, 1º ESO C.


Viaje Astral

Tumbado en mi cama, los números rojos avanzaban en mi pequeño reloj, pero yo no conseguía dormirme, me sentía vigilado.
Ligeros silbidos se escuchaban resoplar contra mi ventana, me di cuenta que comenzaba a llover. Noté de repente mi respiración calmarse, mis párpados se encontraban cada vez más pesados, me sentía feliz de poder dormirme por fin.
Repentinamente empecé a notar presión en diferentes partes del cuerpo, primero tobillos, luego brazos, espalda. Sentía estar moviéndome, pero sin embargo, seguía tumbado en mi cama.
Pensé que podían ser nervios, por lo que me levanté de mi cómodo reposo y di cortos paseos por mi apretada habitación.
Estaba todo demasiado silencioso, no llegaba a escuchar ese anterior silbido que me molestaba al oído, ni tampoco las gotas de lluvia chocando rápidamente contra la ventana.
Me sentía calmado, sin embargo, seguía notando presión en los tobillos, también en el torso. En ese mismo instante empezaron a dolerme los ojos, los cerré fuertemente y los froté con mis manos, cuando los abrí ya no me encontraba en mi oscuro cuarto, parecía estar en el interior de una furgoneta en marcha, parpadeé repetidas veces, creyendo que por el cansancio comenzaba a tener visiones; como predije, al parpadear volvía a estar en casa, en mi pequeño cuarto. Estaba de pie en frente de la puerta.
Quise relajarme, por lo que decidí ir por un vaso de agua, cuando abrí la puerta, salí a una carretera desconocida para mí, no comprendía que estaba ocurriendo, me volví en busca de mi familiar puerta, adornada con bonitos pósteres. Pero, inexplicablemente no la encontré, no había nada sustituyéndola, simplemente había desaparecido.
Todo en aquella carretera parecía ir a cámara lenta, los coches pasaban lentamente a mi lado, era perfectamente capaz de ver cada conductor de todos los coches, hasta que me fijé en una furgoneta que pasaba un poco más lejos; el conductor iba con un pasamontañas, y en la ventanilla de atrás del todo, había un niño recostado contra la ventanilla, parecía estar dormido. Aquel chico me pareció muy familiar, me fijé mejor y me percaté de que aquel niño era yo mismo. Corrí hacia la furgoneta, estaba a punto de agarrar la puerta, con la intención de abrirla, pero en ese momento todo se volvió oscuro de nuevo, volvía a estar tumbado en mi cama, cada vez estaba más asustado.
Me incorporé con la respiración agitada. Cuando mis pies tocaron el suelo, noté como estos se hundían en una especie de líquido muy frío, de repente, agua abundante calló del vacío, haciendo que quedara completamente empapado.
Abrí los ojos lentamente, sentía los tobillos atados por una apretada soga, las manos estaban atadas por el mismo material tras mi espalda, tenía mucho frío, estaba mojado.

Cuando estuve completamente espabilado, me di cuenta de que me encontraba en un sitio desconocido, aquel lugar estaba inundado, no tenía ni la menor idea de donde me encontraba. 

                                                               Julia Labrador Aguilera 2º ESO C



UN DÍA NORMAL


Era un día normal, como otro cualquiera. Me levanté y fui a desayunar y a prepararme para ir al instituto. Mientras desayunaba, puse las noticias y hablaron de que había habido muchos suicidios de adolescentes durante los ultimos meses. Apagué la tele y me quedé pensando.
[...]
Me dirigí al instituto con mis amigos y les comenté lo que había visto en las noticias; ninguno contestó. La verdad es que  llevaban unos días muy  raros y distantes, pero no le dí  mucha importancia, a lo mejor es que estaban de mal humor. Pasó el día aburrido como siempre, sin nada fuera de lo normal, lo único era que no tuve noticia de mis amigos en todo el día, ni un mensaje de ninguno de los tres. 
Al día siguiente me desperté sin ningún   ánimo y  me sentía cansada y vacía, sentía tristeza. No desayuné ese día, no tenía hambre, no tenía ganas de nada. Puse las noticias: otro suicidio, esta vez tres amigos, que resultaron ser mis tres mejores amigos. En ese momento sentí algo muy malo recorrer mi cuerpo, una sensación de inmovilidad, entones rompí a llorar y no salí de la cama en todo el día. Durante ese  día pasaron pensamientos muy malos por mi mente. Cuando llegó la noche, me disponía a dormir. Al rato sentí como algo me destapaba y me desperté corriendo. Mis amigos estaban en mi cuarto, muy pálidos: uno tenía una soga en el cuello, otro tenía muchas pastillas y otro una pistola. El de la pistola se acercó poco a poco a mí y me dijo: "¿no nos echas de menos? Tranquila vendrás con nosotros también". Levantó la pistola, escuché un sonido fuerte y lo vi todo negro.
"Chica se suicida de un disparo a las 3 a.m"
                                                                                                          ANÓNIMO, 2ºESO C.



CONCURSO DE POESÍA VISUAL

Los alumnos de ESO han participado en un concurso de poesía visual. Estos son algunos ejemplos de sus trabajos:

 PAULA OLIVA ARRABAL 2ºESOA
    

      JOSÉ CARLOS LÓPEZ OROZCO 2º ESO A                       







SAN VALENTÍN el mes del amor nos trajo un concurso de poesía. La temática, el AMOR. 
Algunos de los poemas  ganadores:

En la categoría de primer ciclo:

  María García Pinto   2ºESOB


Y allí comprendí
el silencio de la noche.
Llegué a oler la fragancia de tu amor.
Del amor que no pude guardar.
Del amor que nunca fue y que nunca será.
Llegué a oír los susurros
de las estrellas.
De las estrellas a las que tanto preguntaba.
De las estrellas que jamás me respondieron.
También llegué a enamorarme.
Me enamoré de esos ojos.
Esos que nunca me miraron.
Me enamoré de esa risa.
Esa risa que nunca fue para mí.

En la categoría de segundo ciclo:

                                                                                                                     

Alicia Domínguez Pérez  3°ESO C

Cariño, tú hazme caso
que sí importa;
no es lo mismo
que te mire primero
de los pies a los pensamientos
a que te observe
de los ojos a las ruinas de tus pasos
por todo lo que llevan andado,
por todos los amores
que en tí no triunfaron.

Y porque no es lo mismo
lo que pronuncian las lenguas
al mirarnos
si me dicen 'te quiere'
o si me abrazan deslizando
un 'quierete'.

Por ello digo
que no es lo mismo
mirarte de los pies a la cabeza,
que quererte de la cabeza a los pies.


Otros poemas que han participado en el concurso son:

David Pereira Izquierdo 2° ESO B
Un día te conocí
y pude descubrir
una emoción por ti 
que nunca antes sentí.

Hablamos y hablamos,
hasta que un día quedamos
y yo estaba cegado, 
porque lo admito,
estaba enamorado.

Esa ceguera me hizo hacer
cosas que nunca imaginé,
hasta que un día llegué a pensar,
que tú también me podías amar.

Así que un día te llamé
 y me declaré,
pero la respuesta no fue la esperada,
pues tú a mi no me amabas.


Cindy Ortiz Carvalho de 2ESO A

Creía que algún día, 
mi felicidad llegaría. 
Y apareció una personal especial, 
Con un rostro y una mente sin igual. 
A muchos les puede parecer raro, 
pero eres de quien me he enamorado. 
Mi mundo sería perfecto, 
si tu fueses el que lo hace completo. 
Intentar parecernos, 
no es razón para no querernos. 
Eres una persona maravillosa, 
con un alma asombrosa. 
Y un corazón increíble, 
con un sentimiento impredecible.


CONCURSO RELATOS DE TERROR

 OCTUBRE/NOVIEMBRE 2016

¡Uno de nuestros relatos ganadores!:



11 DE NOVIEMBRE DE 1983


Hoy es Halloween y he quedado con unas cuantas chicas en casa de mi amiga Carla. Estábamos viendo una película, yo me aburría un poco. Supuestamente, la película era de terror, pero yo no tenía miedo, más bien de vez en cuando soltaba alguna risilla cuando me daba cuenta de algún error de grabación. Hasta que me harté.
– Chicas, yo me aburro –. Dije, cuando de pronto una idea fugazmente me vino a la cabeza. – ¿Contamos historias de miedo?
– ¡No! –. Casi chilló Andrea. – Que después no duermo.
– No vamos a dormir de todas maneras, ¿recuerdas? –. Le dijo Carla a Andrea con intención de convencerla, se notaba que ella también se aburría con la película.
– Empiezo yo –. Dije. – Os aviso que es una historia basada en hechos reales.
Tres adolescentes de exactamente de 14 años, estaban, como siempre, dando vueltas al instituto en la hora de recreo. Se llamaban Ana, Carlos y Samuel. Y estudiaban en un instituto de La Línea de la Concepción, llamado: Menéndez Tolosa.
Los tres, muy aburridos, no sabían que hacer, estaban hartos de hacer lo mismo durante días. Daban vueltas y vueltas al instituto sin parar. Se conocían cada rincón de aquel centro, y ellos buscaban algo nuevo, algo que no hubieran explorado nunca, algo… Diferente. Juntos pensaron donde ir, algún sitio tendría que haber en ese instituto que no hubieran inspeccionado, ¿pero cuál?
– El único sitio en el que aún no hemos estado es detrás del gimnasio –. Informó Samuel.
– Pero… Si nos pillan ahí no nos expulsarán, nos matarán –. Dijo Ana desesperada por el aburrimiento.
– ¡Que exagerada eres hija! –. Acusó Carlos. – No tenemos otra cosa que hacer, vamos con cuidado y ya está. Entramos, vemos que hay y salimos. Todos contentos, nadie se ha enterado, y nosotros nos hemos quitado el aburrimiento, ¿que problema hay?
Después de debatir el hecho de si ir o no, Samuel y Carlos acabaron convenciendo a Ana, que a regañadientes accedió.
Cuando llegaron a la valla de metal que separaba un césped del otro, miraron de un lado a otro en busca de miradas curiosas, hicieron esto repetidas veces hasta que se aseguraron de que ningún profesor, ni nadie, miraba. Saltaron uno a uno la valla con éxito y se fueron corriendo, para que nadie en el último momento les pillara con las manos en la masa. Cuando llegaron a la esquina, pararon de correr, para seguir andando.
– Ya está, un lugar precioso, ¿nos vamos por donde hemos venido por favor? –. Dijo Ana con muchísima preocupación de que estuviera incumpliendo las normas.
Samuel y Carlos siguieron andando sin hacerle caso a su compañera, y Ana con tal de no quedarse sola les siguió.
De repente Samuel, puso el brazo delante de Carlos en señal de que se parase ya que tenía un gran agujero delante de sus pies.
– Menos mal que me has avisado, te juro que no lo había visto –. Dijo Carlos sorprendido de la gran vista de Samuel, esto se debía a que el agujero no se veía hasta que lo tenías a escasos centímetros de ti.
– ¿Por qué no bajamos? –. Propuso Samuel. – Hay una escalera.
– No, yo no bajo –. Dijo Ana, que parecía muy decidida de su elección.
– ¿Seguro que te quieres quedar sola? –. Dijo Carlos sabiendo que iba a responder.
– Bueno vale, voy –. Dijo Ana suspirando.
Conforme más bajaban, más oscuro se hacía todo, a pesar de que arriba había un sol radiante.
Llegaron abajo, e hicieron un detenido reconocimiento del sitio al que se habían atrevido a entrar. Ana llegó a afirmar que ese lugar le estaba empezando a causar escalofríos.
Parecía una cloaca, pero sin agua maloliente.
Era un lugar bastante descuidado, y oscuro, parecía como si nadie hubiera pasado por ahí durante años. Había telarañas a montones por el techo, cucarachas por las paredes y ratas corriendo por las esquinas. Aquella cloaca sin agua daba muchísimo asco.
– Vamos a seguir andando, tengo curiosidad por saber que hay más adelante –. Dijo de nuevo Samuel.
– ¿Tú vas Carlos? –. Preguntó Ana con las manos temblorosas.
– Pues claro que voy –. Dijo Carlos intentado disimular el castañeo de sus dientes.
Samuel, sin esperar a sus amigos, echó a andar. Carlos le siguió, y Ana a éste.
Los tres iban en silencio. Ana miraba con repulsión a los bichos de las paredes, hasta que se percató de algo que sus compañeros no habían percibido.
– Shhh –. Dijo Ana con intención de que pararan, para poder escuchar mejor.
Samuel y Carlos se quedaron quietos, parecía que no respiraban. Estaban concentrados en aquello que Ana escuchaba con tanta facilidad. Eran unos pasos.
– ¿¡Quién puede estar aquí!? –. Susurró casi sollozando Ana.
– No lo sé –. Respondió con el mismo tono de voz Samuel.
– Sea quien sea, larguémonos de aquí –. Dijo Carlos con la cara descompuesta.
Demasiado tarde.
Antes de que pudieran hacer nada, se percataron de que delante de ellos había una figura, era un hombre calvo, y llevaba un cuchillo enorme (como el de los carniceros), vestido con una camisa de rayas blancas y azul claro, y unos vaqueros, las dos prendas estaban salpicadas de manchas rojas. También se dieron cuenta de que tenía varios tics nerviosos. Cada segundo el ojo derecho le parpadeaba, la cabeza se le movía unos milímetros a la izquierda, y el brazo cada diez segundos, se le movía
– Por favor que sea pintura, por favor que sea pintura… –. No paraba de murmurar Ana refiriéndose a las manchas rojas de su ropa.
Todos estaban en silencio, nadie se movía. Parecía que eran estatuas. Hasta que Carlos dijo algo:
– Parece el profesor… –. No acabó la frase.
Sus dos compañeros miraron a su amigo, que estaba tirado en el suelo con la garganta cortada, por la que salía sangre abundante. Ana profirió un grito ahogado, mientras que las lágrimas caían deprisa por sus mofletes sonrosados. Nadie se había percatado del hombre casi igual que el que tenían delante, pero este estaba detrás suya. Que ahora se había unido al primer señor.
Samuel y Ana, aprovecharon que no había nadie detrás para salir corriendo, pero a Ana no le dio tiempo, y acabó con la misma suerte que Carlos.
Samuel seguía corriendo rumbo a la escalera. Cuando llegó rápidamente se agarró a los barrotes y empezó a subir, cuando de pronto notó que una mano le agarró del tobillo.
Él se aferró muy fuertemente de los barrotes, y mientras el hombre tiraba hacia un lado, el tiraba hacia el otro.
Cuando de repente el hombre habló:
– No merece la pena seguir luchando, no tienes escapatoria.
Samuel miró hacia arriba, y encontró lo que él esperaba encontrar. El agujero estaba tapado. Esa voz le recordaba a la del profesor… en ese momento sus brazos se soltaron.
Y el día 11 de Noviembre de 1.983 se abrió el caso de la desaparición de unos adolescentes en La Línea, durante el recreo del instituto: Menéndez Tolosa.
– ¿Pero si los tres murieron, como se saben los detalles? –. Preguntó Cintia aterrorizada.
– Dicen que si prestas mucha atención por los pasillos de ese instituto, alguna vez podrás ver a Ana, Carlos o a Samuel.


 Julia Labrador Aguilera 1º ESO C 


Alguno de nuestros participantes han escrito relatos tan escalofriantes como estos:

CHARLIE Y EL PAYASO ASESINO

          Nuestro protagonista se llamaba Charlie. No era como cualquier chico de su edad: no le gustaban los deportes, ni los videojuegos, pero era buenísimo en el instituto. Todas sus notas eran sobresalientes, y eso hacía que, como era diferente a todos, pareciera un chico invisible al que nadie  hacía caso, salvo Jake, que cada día después de la escuela iba a pegarle. Sus padres murieron en un accidente de coche, del que él salió ileso. Vivía con su abuela, a la que odiaba, los dos se odiaban.

         Lo único que no le hacía sentir solo era dibujar y leer, aunque sus dibujos eran muy macabros y los libros que leía no eran de aventuras, sino libros de miedo, como los de Stephen King, Edgar Allan Poe, Washington Irving ... que le encantaban, aunque hacían que no durmiese, y cuando dormía, siempre tenía pesadillas con los libros que acababa de leer.

         Un día como otro cualquiera, volvía del instituto, cuando vio algo extraño en la calle, era un peluche de It, el payaso del libro de Stephen King. Se acercó a cogerlo, y cuando lo tenía en sus manos, alguien le dio un golpe que lo dejó inconsciente, y lo metieron en un coche.

       Al despertar vio que estaba en una habitación decorada como una cloaca, y había dos chicos más.
-¿Qué ha pasado?- dijo Charlie.
-Acabas de llegar, estamos encerrados, hasta que llegue él y nos coma, (le contestó el chico rubio).
-¿Quién es él?- preguntó.
-No sabemos su nombre real, pero quiere que le llamemos It, y siempre va con un disfraz de payaso muy terrorífico, -le respondió la chica.
-Es como el protagonista del libro de Stephen King-, dijo él.
-Nunca hemos leído ningún libro de terror. Por cierto, no nos hemos presentado, yo soy Cassie y él es mi hermano Josh, ¿y tú?
-Soy Charlie.
Les interrumpió el ruido de lo que parecía una puerta, que se abrió y entró el hombre que vestía de payaso.
-Hola chicos, ¿tenéis hambre?, os he traído un poco de comida, tomad, podéis comer -dijo con una voz muy terrorífica.
Dejó una bandeja con tres rebanadas de pan rancio y tres vasos con agua de color verde.
Acto seguido, se dio la vuelta, salió por la puerta y la cerró.
Ninguno intentó comerse la comida, hasta que aparecieron un par de ratas y se la comieron.
Mientras, en la casa de Charlie, la abuela preocupada llamaba a la policía, los que le dijeron que no era una desaparición si no habían pasado cuarenta y ocho horas. La abuela lloraba a moco tendido en la cama del chico.
Al día siguiente, la puerta se volvió a abrir y entró una chica alta y delgaducha. Una hora después se despertó e hizo las mismas preguntas que había hecho Charlie el día anterior.
Esa tarde volvió a entrar It en la habitación dejó una bandeja con cuatro rebanadas de pan rancio y cuatro vasos de agua verde.
La abuela volvió a llamar a la policía, que le dijeron lo mismo que el día anterior.
Pasó otro día, pero cuando It vino por la mañana no dejó a nadie, sino que se llevó a la chica delgaducha, y por la tarde vino con la misma bandeja, pero ni rastro de la chica, así que cogieron el plato y los vasos y se los guardaron.
La abuela llamó por tercera vez a la policía, y esta vez sí le hicieron caso, le hicieron preguntas sobre como era Charlie y le pidieron una foto, que utilizarían para ponerlas en carteles por toda la ciudad.
Llegó el cuarto día, en el que volvió a entrar It para dejar a un chico. Lo despertaron corriendo y le contaron que planeaban una huida para esa tarde, cuando It entrase a dejarle la comida, y aceptó.
Cuando It entró cogieron los vasos, el plato y la bandeja y le dieron con ellos en la cabeza, y cuando vieron que se quedó inconsciente, salieron corriendo de allí. Al salir vieron un pasillo larguísimo donde al final había una puerta en la que ponía “SALIDA”. Corrieron hacia ella, y al abrirla vieron la carretera que daba a la ciudad. Empezaron a correr y a correr, pero
se giraron un momento y vieron que It los perseguía, y eso hizo que fuesen aún más rápido, pero él era muy rápido.
Veían ya el cartel de la entrada de la ciudad, pero ya tenían a It encima. Charlie estaba ya cansado, y empezó a ir más y más lento, hasta que It lo cogió. Ya estaban en la entrada de la ciudad, pero no había nadie. It ya estaba cansado, como ya tenía a Charlie, decidió dejar de perseguir a los demás y se comió a Charlie allí mismo y volvió a su guarida. Los demás chicos llegaron sanos y salvos a sus casas, donde le contaron a sus padres lo ocurrido y se lo dijeron a la policía, que fue al sitio donde estaba It. Cuando llegaron no había nada. 
                                                
                    David Pereira Izquierdo 2º ESO


 
LA CARRETERA

     En la noche de Halloween del año 1952, una familia estaba viajando por la carretera en su coche, cuando se chocaron de frente con otro automóvil que iba a gran velocidad. No sobrevivió nadie.
     A la semana, la gente que pasaba por esa carretera decía que veían a alguien en mitad del asfalto y que cuando se acercaban desaparecía, eso pasaba cuando era de día, porque cuando era de noche no pasaba lo mismo, sino algo peor.
     Cuando caía la noche, la “persona” de la carretera no desaparecía, sino que se quedaba y secuestraba a la gente para luego matarlos.
Una noche, iba un niño para su casa solo por esa carretera, cuando vio al espíritu el niño empezó a llorar,porque tenía miedo, de repente llegó su padre, que venía de cazar, y lo recogió.
     Al llegar a la casa, los padres le preguntaron al niño que porque estaba llorando, el niño respondió que tenía miedo de ir por esa carretera solo, por que decía que había un fantasma, pero no lo creyeron, hasta que vieron por la televisión que en todas las carreteras del mundo había un fantasma que de noche mataba a la gente.
Un día salieron de noche por la carretera para ir a la casa de un amigo y nunca se volvió a saber nada de ellos.
     Así que, cuando vayas solo por la carretera y sea de noche acuérdate de esta historia y no podrás dormir.

                            Álvaro Moreno Ruiz 2º ESO B

 

 LOS OJOS ERAN LA CARA DEL ALMA

     Octubre solía ser un mes ansiado de caramelos y risas sonoras para Claudia.Todo el mes se cubría de buenas cosas para ella; historias inacabables, sopas de letras y fichas monstruosamente tiernas en clase de inglés.

El olor de las castañas entrando suavemente por las rinconeras de todas y cada una de las ventanas de clase. Ella como buena lectora de ciencia ficción estaba encandilada con aquellos finales que erizaban cada poro de su piel, por todo ello era su mes.

     La última semana era la más esperada, para todos los de su alrededor ya no tenía edad, eran demasiado fantásticos esos finales, o simplemente no era adecuado para una chica de 13 años esperar en una puerta para recibir caramelos; estaba tan asumida la situación que este año no eran grandes las expectativas que esperaba. Pues asumía que la noche del 31 se resumiría en comer esos caramelos en casa mientras veía películas pasadas de año, o leía a escondidas esas fantásticas historias en un hueco de su alcoba, donde nadie pudiera juzgar sus creencias.

     Pasó las horas anonadada pensando en la nada, y cuando se fue a dar cuenta ya estaba en casa; sin profesoras que escuchar ni madre a la que contestar puesto que pasadas las siete, la señora “Patricia”, madre de Claudia; entraba a trabajar en el frío hospital.

     Se empachó de caramelos hasta que su tripa sonó con un trágico “grr” cómo queriéndole decir que parase de una vez. Desobedeciendo las palabras de su madre, que resonaban en su pequeña cabeza: - ¡Cómete la cena, y no te atiborres de azúcar!

Pensó entonces que tal vez el brócoli asado de su madre, no hubiese dejado ese pellizco de dolor en la boca de su estómago, pero ya era tarde para ello.

Como se encontraba tan mal, y estaba agobiada por tener que dejar de pensar como ella hacía; para ser como concretamente sería aceptable para su familia y amigos; decidió acostarse.

     Se sumergió en un sueño profundo, dónde no había nadie que cortase su imaginación, dónde el recuerdo de su abuelo caminando de su mano, ya no era tan doloroso. Ella podía estar caminando entre caramelos, entre gorros de bruja hechos a mano. Pero era extraño, porque en sus sueños ya no había simpáticos vampiros que la llevaban en hombros volando todo París.

     Ya no corría montañas con toda su destreza junto a hombres lobos y simpáticos duendes que aparecían en flores brillantes.

     Su forma de ver Halloween siempre había sido de aquella manera, siempre había visto hasta en los ojos del ser más terrorífico una luz de bondad. Ella nunca había comprendido por que los demás veían el terror donde no lo había, donde cada rincón y suceso tenía un porqué.

     Pero se dio cuenta de algo, ahora sus sueños eran realistas; ahora había dejado no de ser una niña, si no de tener la capacidad y la ilusión para llegar dónde los demás no sabían llegar.

     Ahora todo lo que soñaba era tal y como los demás creían que es, ahora miraba con los ojos de los demás y no con el corazón. Su subconsciente llegó a entender que lo que ahora sentía era el anhelo de su abuelo, que después de un año; sólo añoraba el recuerdo de una felicidad.

Entendió que no sabía otra forma de vivir su imaginación, las historias y los cuentos que la que su abuelo había depositado en ella. Todas las imágenes que venían a su cabeza eran con él, él le había enseñado a vivir la noche de Halloween de una manera tierna, y a ver que a veces el terror no estaba en los libros, a veces la rareza no estaba en los seres, si no en los ojos con los que tú les miras. Y ahora entendía porque ella era distinta, era “la extraña de clase” por vivir en sus libros, en sus hadas, en sus espíritus de media noche, y entonces se despertó con un alivio en el corazón que no había sentido en mucho tiempo.

     Mientras se tocaba su despeinado cabello y se incorporaba, a sus oídos vinieron unas palabras entre susurros: -Los ojos son la cara del alma.

Y mientras su piel se erizaba, pensó que todo el terror del mundo le invadiría, pero se equivocó.

Una paz vino a ella mientras una pequeña luz que no la dejaba ver se le acercó, se desvaneció y le dejó en un largo susurro:

-No hay temor dónde miras con el corazón, no hay crueldad en los ojos de un alma buena.

Entonces en la oscuridad de su cuarto, entendió que no hay que vivir con las opiniones de los demás, que las noches tendrán el significado que tú le quieras dar. Y que, no todo es lo que pintan y que quizás las brujas no son tan brujas, los que sueñan a veces no son tan niños.

Detrás de cada rareza hay un alma especial.                                      


 Andrea Guerrero Medero 2º ESO B


RELATOS HALLOWEEN 2015/16


Claudia Roca Bao

2º ESOC


 LIFE IS STRANGE
Mi Nombre es Maxine, todos me llaman Max. Mi vida es un vaivén, una montaña rusa de emociones. Entre ellas estaban el miedo y el amor.
El miedo, ese jodido sentimiento de acobardamiento y terror, Esa sensación que siento cada mañana al despertar. Pero eso se acabó, no voy a dejar que se apodere de mí, no delante de ella.

Me pesan los párpados, creo que me he quedado dormida. ¡Me he quedado dormida!
El Sr. Tanner me va a matar si llego tarde el primer día.
Cojo mi cámara y estoy lista. Tendré que coger el bus, mierda, 25 minutos para el próximo. Me toca correr, hago un sprint hasta el campus.
Lo primero que veo, me deja con la boca abierta; me sonaba demasiado familiar, ese estilo desenfadado, el pelo azul revuelto y ese collar con tres balas tan característico suyo.
-¡Chloe! -dije con más emoción de la que pretendía.
-¡¿Max?! ¡¿Max Caufield?! -dijo con tono de sorpresa.
-¡Soy yo Chloe! ¡Soy yo! -(¿Qué estaba haciendo ella en  la universidad?)
-Joder Max, ¿Qué estás haciendo aquí? -dijo tras un abrazo.
-No mucho, pero debo ir a clase, luego nos vemos, ¿vale?
-Vale -repite- Nos vemos.
La clase ha sido aburrida, demasiado diría yo. Estoy a punto de salir cuando el Sr. Tanner me llama para hablar después de clase. Por alguna razón su único interés era Chloe.
-Eso es todo, puede irse.
Y me fui sin más, decidí irme a mi habitación, pues había sido un día muy largo; caí dormida en pocos segundos.
Pasamos toda la tarde mis sueños y yo. Cuando una voz me despertó a las 03:45 de la mañana. Era una voz asustada.
-¡Max! ¡Despierta Max! ¡Estamos solos!- gritó para despertarme.
-¿Ch-Chloe?
-¡Max!- suspiró aliviada.
-¿Qué es lo que pasa?
-Alguien, l-los cuerpos, yo…-Tartamudeaba a punto de llorar.
-Está bien, no hay por qué tener miedo, cuéntame lo que ha pasado. –pude ver el terror en sus ojos.
Me explicó que las puertas se habían cerrado y las luces se habían apagado, que había cadáveres por cada rincón y que todos tenían algo en común, tres tiros en el pecho.
Decidimos separarnos e ir a buscar supervivientes. Chloe se dirigió a la habitación de Ethan y yo me dirigí en busca de Ashley, y a ser posible su compañera de piso, Alex.
Una vez allí, encontré a Ashley arrinconada, llorando y a su compañera Alex consolándola a su lado. Les animé a salir y fuimos en busca de los demás, no tardamos mucho pues estaban esperándonos junto a las escaleras. Decidimos bajar a una habitación que Chloe nos indicó; ella sabe mucho más de este sitio que yo…
En ella se encontraban varios cuerpos atados y desmembrados, entre ellos estaba Josh, el compañero de Ethan, tenía una cara tan rígida, daba verdadero miedo. Pero al darnos la vuelta vimos algo mucho más escalofriante, Alex estaba muerta, la habían matado delante de nuestras narices y ninguno de nosotros nos habíamos dado cuenta, había muerto, como todos los demás con tres balas en el pecho.
Encontramos una mesilla delante nuestra, con un cuchillo en ella.
-¡Cógelo Max! –dijo Ethan- Puede sernos de gran ayuda.
-O quizás sea una trampa -comentó Ashley.
-Está bien Ash, no pasará nada –digo en mi intento de tranquilizarla.
-De acuerdo, pero que conste que le he advertido.
Estoy a punto de largarme con el cuchillo cuando unas pinzas metálicas me cogen la mano, más concretamente los dedos anular y meñique. Intenté abrirlas un par de veces. ¡Cómo duele! Pero lo único que conseguí fue romper el cuchillo en pedazos, mis dos opciones son claras, amputar o insistir, pero si no funcionaba, no tendría escapatoria.
Voy a amputar. ¡Joder, cómo duele! Es como un quemazón insoportable. No imaginaba que doliese tanto.
Chloe me ayudó a curar la herida, ya que hizo un curso de enfermería y usamos el botiquín de Ashley, el cual siempre lleva encima. Hacía rato que no la veía, ¿qué le hubiera pasado si no me hubiera dado cuenta?, ¿por qué Chloe tiene su botiquín? De un momento a otro, nada me cuadra, hasta que Chloe me cuenta de que se encontró el cuerpo en el pasillo. Nada tiene sentido. El mundo se ha dado un vuelco en menos de veinticuatro horas, y ahora mismo todo está del revés, incluida yo, todo a mi alrededor está boca abajo. La vida es rara, demasiado complicada para que nadie pueda comprenderla, incluso para Max Caufield.
Seguimos adelante, no nos queda otra, entramos en una sala oscura. Lo único que alcancé a escuchar fueron dos golpes, seguidos se otro en mi cabeza. 
Todo a mi alrededor era negro, hasta que conseguí abrir los ojos, me encontraba en otra habitación, ante una palanca y una nota en la que decía “Sólo puedes salvar a uno”. No lo comprendí hasta que alcé la vista y ví a Chloe y a Ethan, con una sierra sobre sus cabezas.
-¡Max, sálvame a mí! –dijo Ethan.
-¡Hazlo, mátame, no merezco vivir! –dijo con un tono de desdesperación
-No puedo, lo-lo siento Ethan –y bajé la palanca, en dirección a la muerte de Ethan y a la salvación de Chloe. Ella iba a vivir, merecía vivir, merecíamos vivir.
Salimos juntas de allí, y una figura negra salió de entre las sombras diciendo:
-Es la hora – (¿Qué hora?)
-Coge tu arma, acaba con esto –Chloe cogió el arma y me apuntó con ella.
-P-Pero, ¡Chloe! Las tres balas en el pecho, tu collar, ¡ahora todo cuadra! –la furia se estaba apoderando de mi- ¡Confiaba en ti! –No podía creerme lo que estaba pasando.
-¡Lo siento muchísimo! – hablaba entre sollozos, las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, para luego deslizarse por sus mejillas, al contrario que las mías, eran de tristeza, no se que me pasa, mis lágrimas han hecho presencia, pero son lágrimas de furia.
-Entonces lo haré yo – era la voz del Sr. Tanner, su figura imponía mucho pero no tanto como las tres balas que disparó.
-¡Max! –Chloe se interpuse entre la bala y yo
FIN


Joaquín Dante Arfenoni Fiz 
 2º ESO C      
El mejor empleado del mes

Después de mucho buscar, Jeremy encuentra finalmente su primer trabajo. Un trabajo de seguridad para vigilar a través de las cámaras en una hamburguesería en los suburbios de la cuidad. Su nombre es Jason’s Fast Burger y la particularidad que tenía era que su decoración se basaba en muñecos robóticos. Lo que menos le gustaba a Jeremy eran sus horarios de trabajo, ya que solo tenía que trabajar durante las noches enteras de doce de la noche a seis de la mañana.
Esta hamburguesería no tenía buena reputación porque en el pasado habían ocurrido varios casos trágicos que nunca lograron resolverse, entre ellos, tres desapariciones, Sin embargo, tanta era la alegría de Jeremy de haber conseguido este puesto de trabajo a los 18 años, que no le dio importancia al asunto. En su primera noche, recibe una llamada de bienvenida en la que le explican sus tareas principales y le alertan de que los animales robóticos de escala humana que decoran el salón suelen moverse durante la noche y que no debía asustarse. Asimismo, lo avisan de que tenga cuidado si le asustan, ya que estos robots huelen el miedo y pueden volverse peligrosos, siendo el más agresivo de todos Jason El Asesino.
Comienza a trabajar; Jeremy, muy excitado y alerta vigilando las cámaras que enfocan a los animales robóticos. Todo está dentro de la normalidad, hasta que empiezan a fallar las cámaras de vídeo. Con sorpresa ve que uno de los tres muñecos desaparecen del lugar.
Empieza a buscar por las cámaras desesperadamente al robot perdido, hasta que al revisarlas nuevamente divisa al lado de la puerta de su oficina, una sombra amenazante con la forma de un esqueleto que lo estaba observando. Ante el pánico, se aleja rápidamente de las cámaras y enciende la luz del pasillo, sin darse cuenta de que otro animal robótico había desaparecido también.
Sin embargo, como en la llamada le habían avisado que Jason  era el más agresivo y todavía estaba inmóvil, no le prestó demasiada importancia. Entonces cansado de mirar las cámaras, decidió tomar una siesta en la silla. Se despierta a las seis de la mañana cuando su jefe le está regañando por haberse quedado dormido y Jeremy le promete que esto no volverá a ocurrir. La siguiente noche, Jeremy recibe otra llamada en la que lo felicitan por haber pasado la noche anterior y  le avisan de que esté mas alerta ya que los animales robóticos se vuelven más activos y peligrosos. Para su sorpresa, vuelve a encontrar a los tres muñecos en el mismo sitio de la noche anterior.
Pensando que estaban gastándole una broma, decide pasar de ellos y de todas las llamadas que recibía noche tras noche. Así, con unos cascos de música, se entretuvo y se olvidaba del miedo que le ocasionaba ver a los robots moverse como locos a través del salón de la hamburguesería.
Al cumplirse el primer mes de trabajo, Jeremy comete el error de olvidarse los cascos en el autobús que lo llevaba hacía la hamburguesería. Su jefe lo felicita por su primer mes de trabajo y le paga su primera nómina. Mientras se esta poniendo su uniforme vuelve a ver la sombra que le acosaba el primer dia y escucha una fuerte risa burlona. Su uniforme se encontraba todo manchado de sangre. Esto era un aviso de la tragedia que ocurriría esa noche.
Jeremy se instala en su oficina con la fuerte idea de no perder de vista los robots y de que no le venza el sueño. Esta vez los tres animales robóticos comienzan a moverse y a romper todo lo que encontraban en su camino. Jeremy sale desesperadamente de su cabina para evitar más destrozos, aunque el estado diabólico de los robots, pudo más que el y se cayó desmayado por un golpe en el lóbulo central.
Cuando amaneció, el jefe entró en la hamburguesería, el pobre Jeremy ya no estaba. Se había esfumado.

Para su sorpresa el jefe encontró un cuarto robot que decoraba un salón con un cartel que le colgaba del cuello que decía: “PREMIO AL MEJOR EMPLEADO DEL MES”.

HALLOWEEN 2013: Relatos de terror

NO ME DEJES SOLA

           Era un treinta de octubre del año dos mil trece. Sí…un día antes de Halloween, y también un día antes de la experiencia más horrorosa que jamás haya vivido e imposible de olvidar. Peor que caminar por un  cementerio de noche, peor que encontrar un cadáver en cualquier lado, peor que pisar el suelo fregado de tu madre…peor aún, mucho peor.
Estaba ayudando como muchas veces a mi madre, bajando subiendo sus productos de limpieza. Vamos, como un día normal cualquiera. Fuera, hacía algo de frío, pero el sol relucía con vigor, iluminando toda la casa y haciendo sombra en algunos edificios. Raramente, la brisa acariciaba las hojas de los árboles, los cuales iban perdiendo las hojas poco a poco, y dejaban que se posasen en el suelo, para que luego un niño pequeño las pisase y se divirtiese con el ruido que generaba al pisarlas.
Cada vez que terminaba de bajarlo todo, volvía al sótano de mi casa. Era un sótano amplio y poco decorado, pero no servía específicamente para guardar cosas. Era más como la sala de ocio de mi casa, aunque de noche se convertía en lo más tenebroso sobre la faz terrestre que  ocupa nuestra ciudad. Pero claro, también era mi lugar favorito, ya que allí abajo, se encontraba el ordenador, la televisión, el sofá nuevo, la pelota gigante que a veces usaba para jugar…Cuando me sentaba en el sofá y posaba el portátil sobre mis piernas, cruzadas a lo indio, tenía la costumbre de apagar la luz. Estiraba mi brazo y le daba al interruptor, para que luego de aquello, el lugar se sumergiese en negro. No veía nada más que la pantalla y todo lo que su luz iluminaba.
Siempre que permaneciera mirando la pantalla estaba bien, pero claro, cada vez que tenía que encender el portátil o se quedaba “pillado”, salía de mi mundo y comenzaban a entrarme escalofríos en la espalda por miedo a aquella oscuridad que me rodeaba.
Aquel día, pasó lo mismo de siempre. Tras los escalofríos, escuché un ruído, y otro. Y…como si alguien estuviese escarbando en el techo. El escalofrío terminó en mi nuca, haciendo mi reacción más rápida ante el miedo. Me levanté de un salto y encendí la luz, la cual ocupó toda la habitación en poco tiempo. Hice girar mis pupilas por todo mi entorno, inspeccionando el sótano de arriba abajo. Esta vez el ruido siguió sonando. Provenía del agujero del techo por el cual pasaba el cable del  wi-fi. Pestañeé muchas veces seguidas ante mi asombro, y luego opté por la opción de subir las escaleras. Pisé el pasillo (el cual seguía FREGADO) de puntillas, esquivando las esquinas y los muros de mi casa.
Me apoyé a pensar en el umbral de la entrada del salón, el cual era careciente de puerta. ¿Estaba haciendo bien en asomarme? ¿Debería echarme atrás? Cerré los ojos con fuerza, asomé un poco la cabeza y abrí los ojos como platos.
Un fantasma con figura de niño pequeño jugaba divertido con el cable que salía del router del wi-fi. Al principio me causó horror y espanto, pero me percaté de lo peligroso que podía ser y me escondí un poco.
-¿Hola?- susurré.                                               
El pequeño fantasma levantó la cabeza, sacándola del hueco en el que se encontraba la red. Soltó el cable por un momento y me miró la boca entreabierta y los ojos como platos. Al parecer, le había pillado haciendo de las suyas. Parecía tan tierno que mi miedo desapareció al instante.
El fantasmilla se acercó a mí, y yo me coloqué bien en el suelo, desdoblando mi cuerpo, lo cual me servía para espiar desde el umbral. Alargó su humeante brazo, tanteando mi cara, aún así, yo no sentía el contacto con su mano. Pasó a mi respingona nariz, la cual acariciaba y luego apretaba y soltaba, riendo y tocando su propia nariz a la vez. Tuve la impresión de haber visto a ese niño antes… ¿pero dónde? ¿Acaso era el fantasma del niño? ¿Y cómo murió?
Entonces, apartó su mano y me miró con tristeza. Me puso el brazo enfrente, y pude notar como se transparentaba. Fue a tocarme el hombro cuando de repente lo atravesó. Entonces entendí lo que le ocurría al fantasma.
Con pena, suspiré y susurré:
-No puedo hacer nada… lo siento… pero tampoco quiero que te quedes solo…

El niño frunció el ceño. Su cabeza y frente comenzaron a enrojecer y yo quería huir, pero otro escalofrío fugitivo azotó mis piernas como un látigo, y las pegó al suelo. Mi pulso comenzó a fallar, yo a retroceder. En el momento en el que choqué contra la pared, el fantasma se abalanzó contra mí, agarrando mi cuello y aprisionándolo entre sus ridículos pero fuertes como el diamante en bruto, dedos de niño. Yo caí al suelo con un estruendo y comencé a soltar gritos ahogados, luego mi madre apareció por la esquina, espantada. Cuando me vio en el suelo y gritando, ladeó la cabeza y frunció el ceño. Me quería ayudar, pero… parecía como si no viese lo que yo estaba viendo.
-¿Por qué gritas?- me preguntó.
Yo comencé a palidecer, pero las palabras ya no me salían. Comencé a titubear y a percatarme de las escasas cantidades de aire que llegaba o intentaba llegar a mis pulmones, agarrando la pierna de mi madre y tosiendo. El fantasma del niño aún carcajeaba, y una de sus manos pasó por mi nariz, apretándola con una fuerza inmensa.
Pero ya era demasiado tarde.
Mis manos cayeron al suelo. Mi piel tomó un tono blanquecino como la cal, y mis ojos perdieron el color, volviéndose de marrón oscuro a grises. Las venas de mi cuerpo se congelaron. Mi piel comenzó a adelgazar, estirándose, marcando todos y cada uno de los huesos que constituían mi esqueleto.
Sólo se escuchó el caer de mis escuálidos brazos sobre el suelo, y el arrodillamiento de mi madre ante mi cadáver.
Los ojos de mi progenitora comenzaron a humedecerse, soltando las primeras lágrimas sobre mi cuerpo ya muerto, y generando suaves sollozos, que azotaban con violencia aquel pasillo. No había vuelta atrás.
Sus mejillas ya dolían de tanto estirarse por la pena, por la frustración, por la indignación que sintió mi madre al no haber hecho nada frente a mi muerte. Pero eso ya no se podía compensar.
Y el fantasma había desaparecido.
Al día siguiente, en el cementerio se amaneció de luto. Una tumba decorada con flores (especialmente rosas) de todos colores posibles alrededor de un cristal, se paseaba por los vacíos pasillos del cementerio, los cuales a la vez estaban llenos de almas muertas. No había más que silencio.
Mi madre caminaba vestida completamente de negro, agarrada del brazo de mi padre, mientras aún sollozaba. Era lo único que se escuchaba.
Todas las personas rodearon la tumba en el momento en el que la posaron en el suelo, en un campo verde con pequeñas flores blancas como decoración. Muchos de mis amigos también asistieron a aquel triste y desolado funeral.
Nunca se supo el motivo de mi muerte. Todo ocurrió porque yo veía algo que los demás no podían ver.
Se hizo de noche, mi madre aún seguía sollozando frente a mi tumba, y más de una vez, los dueños del cementerio se acercaron a ella para informar de que debían cerrar y no querían dejarla dentro. Pero ella se negaba. Comenzó a decir “lo siento” desesperados, algunos susurrados, otros agitados, otros simplemente fueron pensados.
Finalmente, dejó de llorar. Posó su mano sobre el ataúd y acarició una flor.
-No quiero que te quedes sola- susurró.
Pero justo tras decir aquellas palabras, aquellas seis palabras, seis simples pero importantísimas palabras, una mano humeante se asomó de detrás de su cabeza… y tocó su nariz.
¿Qué pasaría si tal vez, tras mi madre y yo… tú fueras el próximo? ¿Permitirías que te dejasen solo?

                                          CARMEN QUIRÓS RIVERO 1º ESO D




LA BRUJA DE MEDIA LUNA
Estaba recostada en el viejo sillón del abuelo, dando una larga cabezada, cuando comencé a escuchar un zumbido en mi oído y me desvelé por completo. Abrí lentamente mis pesados párpados, me levanté con delicadeza del sillón y apagué la chimenea con el agua del jarrón.
Era una lluviosa noche de “Halloween”, y yo me había adormecida viendo las estúpidas películas gratuitas, mientras mis hermanos acompañados por mis padres, pedían caramelos por las casas del lugar.
Pensé al instante que aquel zumbido habría sido una pequeña mosca, pues no era muy fanática de las creencias sobre sucesos paranormales o la estúpida noche de “Halloween” y sus seres inexistentes.
Me volví a sentar en el sillón y mientras veía la televisión, el zumbido aumentaba de intensidad. Cada vez que resonaba en mis oídos mi cuerpo sufría una oleada de escalofríos. Comencé a dudar y mi incredulidad se llevó una gran lección pues, en el  instante en el que me giré, vi un espíritu  aparecer.
Mi boca tartamudeaba mientras aquel “fantasma” encendía las velas solo con la mirada y los caramelos empezaron a quemarse.  De repente,  desapareció con otro zumbido y al instante las velas se apagaron dejando un peculiar olor a calabaza quemada.
Mi muñeca comenzó a escocerme y, sin ninguna razón, una marca en forma de media luna apareció. Desde aquella noche de “Halloween”, mis amigas empezaron a llamarme “Bruja de media luna”, y bromeaban diciendo que tenía una maldición, porque cada treinta y uno  de octubre me  encerraba en mi habitación esperando alguna explicación.

Mª ELENA GUERRERO MEDERO 3º ESO D



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